Fin de año financiero: Volatilidad bajo el árbol

Bienvenidos a la fiesta navideña más caótica desde que John McClane decidió que visitar a su esposa en Nakatomi Plaza era buena idea. Mientras los mercados financieros intentan sobrevivir hasta el cierre del año como Kevin McCallister defendiendo su casa de los bandidos, tenemos: Paraguay creciendo 6,6% como si fuera el único niño en la lista de «buenos» de Santa, Wall Street debatiéndose entre FOMO y pánico existencial (más volátil que las emociones de Hugh Grant en Love Actually), China jugando al Grinch con los quesos europeos, y Japón subiendo tasas como Ebenezer Scrooge antes de su redención.

Si pensaban que la Navidad financiera de 2025 iba a ser tranquila y predecible, piénsenlo de nuevo. Esto es Die Hard, no una comedia romántica navideña.

Paraguay

El BCP cierra el año poniendo orden regulatorio

El Banco Central del Paraguay decidió poner orden en la casa antes de que lleguen las visitas navideñas, pero en vez de trampas con planchas calientes y pintura, usó la Resolución N° 31. Como Kevin preparando su defensa contra Harry y Marv, el BCP diseñó un sistema unificado de calificación de riesgo que pondrá a bancos, financieras y aseguradoras a marchar al mismo ritmo. «Keep the change, ya filthy animal» —pero con más compliance regulatorio y menos violencia caricaturesca.

Y en un gesto digno de Papá Noel dejando regalos extra bajo el árbol, el BCP amplió el menú de colaterales elegibles para operaciones de reporto. Ahora los bonos del Tesoro en guaraníes emitidos en mercados internacionales valen igual que los locales. Es como cuando descubres que Santa también acepta las listas escritas en diferentes idiomas: todos los guaraníes son iguales ante el banco central, no importa su lugar de nacimiento. Ho ho ho… y liquidez para todos.

Paraguay crece 6,6% mientras el mundo debate el apocalipsis

Mientras medio mundo discute sobre recesiones, guerras comerciales y si la IA nos va a dejar sin trabajo, Paraguay simplemente ejecutó. El PIB creció 6,6% interanual en el tercer trimestre, con el agro marcando un soberbio 9,5% de expansión. Maíz, trigo, arroz y algodón comportándose como campeones, aunque la soja —esa diva eterna del agro— decidió moderar el show.

Pero lo impresionante no es solo el agro. Las inversiones (formación bruta de capital fijo, para los que disfrutan la jerga técnica) crecieron 13,1%, marcando ocho trimestres consecutivos de expansión. Ocho. Eso no es suerte, es consistencia. Es evidencia de que cuando hay confianza, las empresas invierten. Y cuando las empresas invierten, la economía crece. Economía 101, ejecutada con precisión suiza en pleno corazón de Sudamérica.

La demanda interna avanzó 5,9%, con el consumo total subiendo 4,2%. Los paraguayos están comprando de todo: servicios financieros, electrodomésticos, vehículos automotores, textiles, muebles. El consumo privado se disparó en electricidad y agua, restaurantes y hoteles, servicios inmobiliarios, y prácticamente todo lo que tiene etiqueta de precio. Es la economía funcionando como debería: gente con plata, gente gastando, empresas produciendo, ciclo virtuoso en acción.

El sector servicios consolidó su papel como el pilar confiable que nunca falla: comercio creciendo, intermediación financiera expandiéndose, transporte moviéndose, restaurantes y hoteles llenos, telecomunicaciones conectando todo. La manufactura también aportó lo suyo, con aumentos en aceites, lácteos, azúcar, bebidas, textiles, químicos, y hasta producción de carnes. Es un cuadro de crecimiento amplio, no concentrado en un solo sector que podría colapsar.

Pero seamos honestos sobre el contexto: cuando tu economía crece 6,6% mientras Estados Unidos debate si va a entrar en recesión, China frena su motor, y Europa apenas se mantiene a flote, o eres muy bueno o tus vecinos son muy malos. Paraguay está demostrando que la combinación de buen agro, políticas prudentes, inversión consistente y diversificación económica puede funcionar incluso cuando el viento global sopla en contra.

Claro, no todo es perfecto en el paraíso guaraní. Los precios de la soja a USD 494 la tonelada recuerda que los commodities son volátiles, que los mercados internacionales son inestables, y que depender demasiado del agro tiene sus riesgos. Pero por ahora, Paraguay está jugando sus cartas notablemente bien. Mientras otros países experimentan con políticas monetarias exóticas o se meten en guerras comerciales autodestructivas, Paraguay hace lo aburrido: agricultura sólida, inversiones sostenidas, consumo creciente, políticas sensatas.

A veces, en economía como en la vida, hacer lo básico bien es el verdadero superpoder.

Estados Unidos

El mercado laboral entra en modo «low-hire, more-fire»

Si 2025 fue el año en que el mercado laboral estadounidense decidió tomarse un sabático, 2026 promete ser su secuela poco emocionante. El desempleo saltó a 4,6% en noviembre —el nivel más alto desde mediados de 2021— y los economistas proyectan que alcanzará un pico de 4,5% a principios de 2026 antes de mejorar en la segunda mitad del año.

El consenso entre J.P. Morgan, Goldman Sachs, RSM y todo el zoológico de analistas es unánime: bienvenidos a la era del «low-hire, more-fire». Las empresas no están contratando con ganas, y algunos están empezando a despedir con entusiasmo renovado. Goldman Sachs estima una probabilidad del 20-25% de que el desempleo suba medio punto porcentual o más en los próximos seis meses.

¿Los culpables? Una mezcla tóxica más peligrosa que el ponche de huevo casero del tío en Nochebuena: restricciones migratorias (porque aparentemente hacer a América grande otra vez significa menos trabajadores), inteligencia artificial haciendo que los CEOs piensen «¿para qué contratar humanos si podemos tener chatbots?», y una incertidumbre general más espesa que la niebla en un cuento de Dickens.

Los jóvenes están particularmente golpeados, con tasas de desempleo superiores al 9%. RSM lo resume brutalmente: las empresas están enfocadas en «eficiencias y aumentar productividad», lo que en lenguaje corporativo significa «vamos a hacer más con menos gente». El único sector que brilla es Salud, representando casi el 50% del crecimiento de empleo en 2025. Porque si algo es seguro en América, es que la gente se va a enfermar sin importar cuántas recesiones haya.

J.P. Morgan proyecta un primer semestre 2026 de «crecimiento incómodamente lento», con el desempleo tocando pico antes de que los recortes de tasas de la Fed y los beneficios fiscales empiecen a surtir efecto. La pregunta del millón: ¿llegarán a tiempo para evitar que esto se convierta en algo más serio?

Wall Street atrapado entre el FOMO y el terror a la burbuja

Mientras el mercado laboral se enfría, Wall Street está viviendo su propia crisis existencial. Por un lado, el rally de inteligencia artificial sigue hipnotizando a los inversores. Por el otro, todo el mundo sabe que esto tiene pinta de burbuja, pero nadie quiere ser el primero en salir de la fiesta.

Bank of America lo confirmó en su encuesta: la mayor preocupación de los gestores de fondos es que estamos en una burbuja. Pero la segunda mayor preocupación es quedarse afuera si resulta que no es una burbuja. Es el dilema del prisionero versión Wall Street: todos saben que deberían salir, pero nadie se anima a dar el primer paso.

Los números son mareantes: las Big Tech planean invertir USD 520 mil millones en capex de IA para 2026. El S&P 500 ha subido aproximadamente 80% en los últimos tres años, algo que históricamente solo ha ocurrido dos veces desde 1870. UBS, Société Générale y otros estrategas advierten lo mismo: prepárense para caídas ocasionales de más del 10%, seguidas de rebotes récord cuando los traders se den cuenta de que «todavía no explota».

Los estrategas de UBS están apostando fuerte por la volatilidad del Nasdaq 100, básicamente diciendo «vamos a ganar plata sin importar si esto sube o baja».

Bloomberg Intelligence lo resume con claridad quirúrgica: «FOMO del inversor, narrativas contradictorias sobre IA, y la administración estadounidense como fuente de volatilidad» hacen que 2026 sea el año perfecto para los traders de volatilidad, los cardiólogos, y cualquiera que venda ansiolíticos.

China

El Banco Popular mantiene todo congelado (como Frozen, pero con política monetaria)

El Banco Popular de China se ganó el premio al más disciplinado desde que Ebenezer Scrooge llevaba sus libros de contabilidad: séptimo mes consecutivo manteniendo las tasas sin cambios. LPR a un año en 3,0%, LPR a cinco años en 3,5%.

¿Por qué tanto conservadurismo cuando la economía está más fría que el Polo Norte?

Primero, China está cumpliendo su objetivo de crecimiento del «alrededor del 5%» como si fuera su carta a Santa: con mucha ilusión y números un poco inflados. Segundo, los márgenes bancarios están en mínimos. Tercero, el sector inmobiliario está más caído que el árbol de Navidad de Charlie Brown después de que todos se fueron.

Los precios de viviendas cayendo, inversión en activos fijos contrayéndose. Los analistas predicen recortes de tasas para 2026, probablemente 10-20 puntos básicos en la primera mitad del año. Mientras tanto, el PBOC está sentado como Santa en su taller, decidiendo quién ha sido malo o bueno antes de distribuir liquidez.

China hace su mejor imitación del Grinch (versión quesos)

En el último episodio de la saga «Europa vs. China: La Guerra de las Galaxias, pero con Aranceles», Beijing decidió hacer su mejor imitación del Grinch: robarse la Navidad láctea europea con aranceles de hasta 42,7%.

La historia oficial es más elaborada que la excusa de Kevin McCallister cuando sus padres preguntan qué pasó con la casa: «Los subsidios europeos están dañando nuestra industria láctea». La verdad es tan obvia como el plot de Home Alone 2: la UE puso aranceles del 45,3% a los autos eléctricos chinos, y Xi Jinping no es de los que se quedan callados. Como dice el villano de cualquier película navideña decente: «¡Si yo no tengo cosas lindas, NADIE las tiene!»

Los aranceles van de 21,9% a 42,7%, con la mayoría de las compañías pagando alrededor del 30%. Arla Foods —ese imperio danés de la mantequilla Lurpak— quedó en la zona de 28,6%-29,7%. El Roquefort francés y el Camembert están oficialmente más caros que el iPhone que le pediste a Papá Noel y nunca te llegó.

¿Los ganadores? Nueva Zelanda: tienen tratado de libre comercio con China y están viendo cómo los europeos rápidamente pierden cuota de mercado.

La Comisión Europea no está feliz, llamando las medidas «injustificadas e infundadas».

El mensaje es claro como el cristal de un adorno navideño: «Tóquenme los autos eléctricos, y yo les toco el queso». Y conociendo a Europa, eso duele más que pisar un Lego descalzo en Nochebuena.

Mundo

Japón continúa su normalización monetaria y lleva las tasas a 0,75%, el nivel más alto desde 1995

El Banco de Japón decidió terminar 2025 con un movimiento que sorprendió a pocos, pero impresionó a todos: subió las tasas 25 puntos básicos a 0,75%, el nivel más alto en tres décadas. Para poner esto en perspectiva, 1995 fue el año de Windows 95, cuando la gente todavía usaba fax y pensaba que Internet era una moda pasajera. El gobernador Kazuo Ueda y su equipo votaron unánimemente, abandonando el drama de las disidencias que habían caracterizado las últimas reuniones.

¿Por qué ahora? Porque la inflación japonesa ha estado por encima del objetivo del 2% durante 44 meses consecutivos. Leyeron bien: 44 meses. Eso es casi cuatro años de inflación persistente en un país que pasó décadas luchando contra la deflación como si fuera su némesis. El BOJ está básicamente declarando victoria en su batalla más larga, aunque el CPI «core-core» (excluyendo alimentos frescos y energía) bajó levemente a 3,0%.

Pero aquí está el twist monetario que vuelve loco a cualquier analista: incluso con este aumento, las tasas reales siguen «significativamente negativas», según palabras del propio BOJ. Es como decir «estamos endureciendo la política, pero en realidad todavía es súper laxa». Los bonos japoneses a 10 años saltaron a 2,019%, su nivel más alto desde 1999, cuando todos estábamos preocupados por el Y2K y pensábamos que las computadoras iban a colapsar.

La reacción del mercado fue inmediata: el yen se fortaleció (un alivio para el banco central), pero las implicaciones fiscales son más preocupantes que un analista de deuda soberana revisando los números. Con una relación deuda/PIB del 230% —la más alta del mundo desarrollado— cada punto básico de aumento en los rendimientos le cuesta una fortuna al gobierno japonés. Es el equivalente macroeconómico de tener la hipoteca más grande del planeta y que te suban la tasa de interés.

La Primera Ministra Sanae Takaichi, quien había sido crítica vocal de las subidas de tasas (comprensiblemente, dado que gobierna un país con deuda del 230% del PIB), aceptó esta decisión porque el yen débil está alimentando inflación importada y enfureciendo a los votantes. Resulta que la gente no aprecia que todo lo importado cueste el doble, sin importar cuánto le convenga teóricamente a los exportadores.

El mercado espera otra subida a mediados de 2026, llevando la tasa terminal a 1%. Sí, 1%. Un número que en cualquier otro país sería considerado ultra acomodaticio, pero en Japón representa el fin de una era de política monetaria experimental que duró más que algunas dinastías imperiales. La pregunta que nadie puede responder con certeza: después de 30 años de tasas en el piso, ¿puede la economía japonesa realmente manejar tasas «normales»? O como lo pone un economista de Oxford: el próximo año será la verdadera prueba de si Japón finalmente salió de su trampa deflacionaria, o si esto es solo un intermedio antes del próximo acto

Wall Street arrasa en Europa: la oportunidad perdida que nadie quiere admitir

En lo que debe ser una de las oportunidades desperdiciadas más épicas del año financiero, los bancos de inversión europeos fracasaron estrepitosamente en quitarle cuota de mercado a Wall Street, a pesar de que Donald Trump pasó 2025 implementando aranceles como si fuera su hobby favorito.

La teoría era elegante en su simplicidad: cuando Trump anunció su «día de liberación» arancelaria el 2 de abril, muchos CEOs de bancos europeos pensaron que finalmente había llegado su momento. «Seguro las empresas y gobiernos europeos van a preferir trabajar con bancos locales en vez de los americanos», razonaban. Jamie Dimon de JPMorgan incluso admitió públicamente haber perdido algunos clientes internacionales de manera casi inmediata. Por un momento, parecía que la luna y las estrellas se habían alineado para los bancos europeos.

Spoiler alert: no funcionó. Para nada.

Los bancos estadounidenses no solo mantuvieron su dominio con 37% del market share en la región EMEA (Europa, Medio Oriente y África), sino que incluso lo expandieron levemente desde el 31% que tenían post-crisis de 2008. Goldman Sachs lidera cómodamente con 6,8% de las fees totales disponibles, seguido por JPMorgan, y recién en tercer lugar aparece BNP Paribas como el único europeo que logró meterse al podio. Citi y Morgan Stanley completan el top 5. Todos americanos, excepto el francés solitario en la posición tres.

¿Dónde fue la verdadera masacre? En M&A (fusiones y adquisiciones), donde los bancos de Wall Street generaron USD 2,4 mil millones en fees hasta el tercer trimestre, aumentando su cuota de mercado en 2,3 puntos porcentuales mientras los europeos perdían exactamente 2,3 puntos. Es matemáticamente perfecto: lo que unos ganaron, los otros lo perdieron. En deals grandes (más de USD 1 mil millones), especialmente en tecnología, medios y telecomunicaciones, los americanos son prácticamente invencibles.

La única «victoria» que los bancos europeos pueden reclamar es en el precio de sus acciones, que subieron en 2025 impulsadas por ingresos de tasas de interés más altas. Pero celebrar eso mientras pierdes cuota de mercado en el negocio core de banca de inversión es como festejar que tu uniforme se ve bonito mientras pierdes el partido 5-0. BNP Paribas y Deutsche Bank ganaron apenas 0,1% de market share cada uno —básicamente, las migajas del festín— mientras Barclays y HSBC perdieron terreno.

La realidad es brutal y los números no mienten: los bancos estadounidenses pueden aprovechar la escala masiva y la rentabilidad de su mercado doméstico para ganar globalmente. Tienen músculo financiero, relaciones profundas con clientes tech y capacidad de asumir riesgos que los europeos simplemente no pueden igualar. Como lo explicó Amrit Shahani, partner de la consultora BCG Expand: los americanos dominan los deals grandes, especialmente en TMT (tecnología, medios y telecomunicaciones), donde el dinero real se mueve.

Los bancos europeos llevan años —décadas, en realidad— de reestructuraciones y retrocesos post-crisis financiera de 2008. Mientras Wall Street se recuperó rápido y construyó más escala, Europa quedó atrapada en un ciclo de regulación pesada, rentabilidad mediocre y pérdida constante de talento hacia Nueva York. Deutsche Bank, Barclays, Société Générale… todos los grandes nombres europeos han estado jugando defensa desde hace 15 años.

Los aranceles de Trump eran la oportunidad perfecta —regalo del cielo— para reconquistar terreno en casa. No la aprovecharon. El consenso entre ejecutivos entrevistados por Reuters y LSEG es incómodo, pero claro: los clientes simplemente prefieren a los americanos, sin importar el drama geopolítico.

Así que mientras los bancos europeos celebran que sus acciones subieron, Wall Street sigue cobrando las fees gordas, cerrando los deals importantes, y consolidando su dominio continental. Game over. Next round, mismos resultados esperados.

Conclusión: Paraguay ganó la navidad (y los demás… bueno)

Y así, queridos lectores, cerramos un año financiero que empezó raro, siguió raro, y termina… exacto, raro.

Lo aprendido de nuestra película navideña económica de 2025:

•  Paraguay es la sorpresa del año: mientras el mundo navega crisis y guerras comerciales, creció 6,6% haciendo lo básico bien—buen agro, políticas prudentes, y nada de experimentos raros. A veces la receta es simple: ejecutar bien lo fundamental.

•  Estados Unidos está viviendo una contradicción esquizofrénica: mercado laboral congelado con desempleo subiendo a 4,6%, mientras Wall Street debate si la burbuja de IA es real o imaginaria. La IA puede ser el futuro de la humanidad o el próximo fiasco tecnológico—nadie lo sabe, pero todos están apostando miles de millones como si sí.

•  China decidió jugar ajedrez arancelario y sacrificó los quesos europeos como peón estratégico: aranceles del 42,7% sobre lácteos porque «ustedes tocaron nuestros autos eléctricos, nosotros tocamos su Roquefort». Es venganza comercial envuelta en papel de regalo, y el mensaje es cristalino: nadie gana una guerra comercial, pero todos pierden algo.

•  Japón finalmente despertó de su letargo deflacionario de 30 años, subiendo tasas a 0,75% y redescubriendo que la inflación existe. Después de décadas de tasas en el piso y políticas monetarias experimentales, ahora el BOJ está normalizando—pero con una deuda del 230% del PIB, cada punto básico duele.

•  Los bancos europeos desperdiciaron la oportunidad del siglo: con Trump implementando aranceles masivos, todos pensaban que finalmente reconquistarían terreno frente a Wall Street. No pasó. Los americanos mantuvieron su 37% de market share, dominaron en M&A, y los europeos apenas ganaron migajas. La oportunidad perfecta, completamente desaprovechada.

¿Qué nos espera en 2026?

Eso lo dejamos para la semana entrante. Por ahora, brindemos por haber sobrevivido a 2025 sin mayores catástrofes sistémicas (aunque hubo varios sustos).

Así que levanten sus copas de ponche de huevo, sidra caliente, o lo que sea que tomen mientras revisan sus portfolios en Nochebuena, y recordemos la sabiduría inmortal de John McClane en Nakatomi Plaza: a veces solo hay que sobrevivir un día a la vez, improvisar con lo que tenés, y confiar en que eventualmente vas a encontrar la forma de salir del edificio en llamas.