Paraguay: Cuando la soja falta, la maquila baila
El sector exportador paraguayo está viviendo una experiencia que bien podría compararse con un chef experimentado enfrentando ingredientes caprichosos: algunos platos salen espectaculares, otros necesitan más sazón. Las exportaciones de soja experimentaron una caída del 30% al cierre de julio, generando USD 751 millones menos en ingresos, alcanzando solo USD 1.777 millones. Es como si la estrella del menú económico paraguayo hubiera decidido tomarse unas vacaciones no programadas.
La situación de la soja paraguaya ilustra perfectamente el dicho de que «cuando llueve, escampa»: la producción actual se estima entre 10 y 10,3 millones de toneladas, representando un 12% menos que el récord histórico de 11,3 millones del año pasado. Sin embargo, como todo buen cocinero sabe, cuando un ingrediente escasea, es hora de brillar con otros.
Y aquí es donde Paraguay demuestra su versatilidad culinaria comercial. El sector maquilador se convirtió en el protagonista inesperado, superando los USD 673 millones en exportaciones hasta julio de 2025. Esta industria, que funciona como un virtuoso director de orquesta, ha logrado coordinar autopartes (29%), aluminio y manufacturas (23%), confecciones y textiles (17%), y productos alimenticios, creando una sinfonía comercial que suena bastante armoniosa en los oídos del Banco Central.
La balanza comercial del sector maquilador muestra una salud envidiable: las exportaciones superan a las importaciones en un 68%, evidenciando la incorporación de valor agregado. Es como transformar materia prima en oro comercial, pero sin necesidad de alquimia medieval.
El arroz paraguayo también decidió brillar con luz propia, demostrando que la diversificación no es solo una palabra elegante en las reuniones de directorio. Los datos de exportación arrocera muestran un desempeño que haría sonreír hasta al más escéptico analista financiero, alcanzando mercados internacionales con la perseverancia de un vendedor experimentado.
Las expectativas del tipo de cambio también pintan un escenario más estable: las proyecciones apuntan a G. 7.700 por dólar para el cierre de 2025, proporcionando a los exportadores un horizonte más predecible que el clima tropical paraguayo durante los juegos panamericanos junior.
Estados Unidos y Europa: El tango comercial del siglo XXI
Mientras Paraguay ajusta su orquesta comercial, del otro lado del océano se desarrolla una negociación que podría redefinir el tablero comercial global. Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron detalles frescos sobre su marco comercial, incluyendo aranceles del 15% para sectores clave como automóviles y productos farmacéuticos.
Este acuerdo comercial funciona como un matrimonio arreglado entre dos economías poderosas: no necesariamente romántico, pero definitivamente práctico. La UE se comprometió a comprar USD 750.000 millones en energía estadounidense e invertir al menos USD 600.000 millones adicionales en territorio norteamericano. En pocas palabras, Europa decidió que la mejor manera de evitar una guerra comercial es comprando la paz a precio mayorista.
Los aranceles farmacéuticos merecen mención especial, ya que el sector farmacéutico europeo, principal fuente de importaciones farmacéuticas de Estados Unidos, verá sus aranceles limitados al 15%. Esto significa que los medicamentos no se convertirán en artículos de lujo, lo cual es una noticia que seguramente aliviará tanto a pacientes como a gerentes de salud pública.
El sector automotriz también respiró aliviado: los aranceles del 15% representan una reducción sustancial de las amenazas previas del 30%, y casi la mitad de la tasa arancelaria existente del 27,5%. Es como si los negociadores hubieran decidido que hacer más accesibles los vehículos europeos en suelo americano beneficia a todos, incluidos los consumidores que ya no tendrán que vender un riñón para comprar un automóvil alemán.
Europa: El fénix económico que renace de sus cenizas estadísticas
El continente europeo está experimentando algo que los analistas económicos describen como un «momento de optimismo cauteloso», o lo que los mortales comunes llamaríamos «por fin una buena». La actividad empresarial de la eurozona alcanzó su punto más alto en 15 meses durante agosto, con el PMI compuesto aumentando a 51,1 puntos.
Para poner esto en perspectiva, es como si Europa hubiera estado practicando piano durante meses y finalmente logró tocar una melodía que no hace que los vecinos llamen a la policía. Los nuevos pedidos crecieron, aunque las presiones inflacionarias se intensificaron en agosto, con los costos de insumos aumentando al ritmo más agudo en cinco meses.
El sector manufacturero europeo también decidió unirse a la fiesta de recuperación: el PMI manufacturero de la eurozona aumentó a 50,5 puntos en agosto desde 49,8 en julio. Cruzar la línea de 50 puntos en el PMI es como pasar un examen: no necesariamente significa que eres un genio, pero al menos no tienes que repetir el curso.
Reino Unido: La inflación que regresa como huésped no invitado
Mientras el continente celebra, el Reino Unido enfrenta el regreso de un viejo conocido poco bienvenido. La inflación británica alcanzó 3,8% en julio de 2025, subiendo desde 3,6% en junio, marcando su nivel más alto desde principios de 2024. Es como ese pariente lejano que aparece sin avisar durante las fiestas: nadie lo invitó, pero ahí está, complicando la cena familiar.
Lo particularmente llamativo de esta situación es que la tasa de inflación del Reino Unido de 3,8% fue significativamente mayor que las primeras estimaciones para Francia (0,9%) y Alemania (1,8%) en julio de 2025, convirtiendo al Reino Unido en un outlier cada vez más visible del resto del mundo occidental. Esta divergencia no es meramente estadística; refleja dinámicas económicas específicamente británicas que merecen atención.
El incremento inflacionario británico presenta características que van más allá de un simple repunte cíclico. La persistencia de presiones inflacionarias en la economía británica sugiere factores estructurales subyacentes que incluyen desde tensiones en el mercado laboral hasta efectos residuales del Brexit en las cadenas de suministro.
Esta situación coloca al Banco de Inglaterra en una posición delicada, similar a un malabarista que debe mantener varios platos girando simultáneamente sin que ninguno se caiga. Las decisiones de política monetaria tendrán que balancear el crecimiento económico con el control inflacionario, una ecuación que haría sudar a cualquier matemático. La autoridad monetaria británica enfrenta el dilema clásico: endurecer la política para controlar la inflación podría frenar el crecimiento, mientras que mantener una postura acomodaticia podría permitir que las expectativas inflacionarias se desanclen.